diumenge, 26 de maig del 2013

Cataluña: Ser español en España

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Cataluña: Ser español en España

Día 24/05/2013 - 13.14h
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Quiero que todos los ciudadanos españoles, vivan donde vivan, tengan las mismas libertades

Si a un alemán le pidieran que escribiera un artículo para explicar por qué es alemán en Baviera o Hesse, o a un norteamericano cómo se puede ser del estado de Nueva York o de Virginia y sentirse ciudadano de los Estados Unidos de América, seguramente se lo tomaría a broma. Pero lamentablemente el nacionalismo catalán ha conseguido, después de 33 años gobernando mi comunidad autónoma, que los que sabemos que ser catalán y ser español es complementario y no incompatible, como intentan vendernos algunos, nos veamos en la obligación de explicar una y mil veces por qué somos y queremos seguir siendo españoles en esta parte de España, Cataluña.
Y explicaré algunos de los motivos de por qué soy y quiero seguir siendo español desde la razón y desde la emoción, al fin y al cabo ambas cosas nos hacen humanos.
El debate que se está reproduciendo en Cataluña en las últimas décadas es el mismo que se produjo a finales del siglo XVIII antes de la revolución francesa, el mismo que tuvo lugar cuando se reunió el constituyente en las Cortes de Cádiz y el mismo que en parte se produjo en el constituyente español en 1978 y que se aplazó sin solución final. Es el debate entre el estado liberal y contemporáneo de ciudadanos libres e iguales, y la nación de naciones tribales e identitarias. Y si yo quiero ser español y ciudadano de la Unión Europea es fundamentalmente porque creo en un estado liberal, moderno, donde los pilares fundamentales de nuestra sociedad sean la libertad, la igualdad, la solidaridad y la unión de ciudadanos. Y porque no creo que existan derechos históricos, ni identidades colectivas por encima de individuos, ni fronteras, ni batallas pasadas que justifiquen fronteras futuras ni privilegios territoriales.
Y hoy en esta parte de España más que nunca hay que defender esos cuatro pilares básicos —libertad, igualdad, solidaridad y unión— porque la desidia, la connivencia y la irresponsabilidad de los sucesivos gobiernos nacionales, y la acción continua de desgaste del separatismo desde las instituciones que han ocupado y sus redes clientelares, han ido erosionando esos valores fundamentales que cualquier nación occidental que ha querido ser fuerte y estable siempre ha blindado para su continuidad.
La ideología nacionalista es antagónica a esos valores por los que nació Ciudadanos y que hoy defendemos en las instituciones y en la sociedad española. Quiero que todos los ciudadanos españoles, vivan donde vivan, tengan las mismas libertades. El nacionalismo, en cambio, considera que las libertades constitucionales son violables en favor de la construcción de una identidad única. Un ejemplo entre muchos es que la libertad de empresa y la libertad lingüística de un comerciante son menoscabadas por las multas lingüísticas que impone la Generalitat si rotulas en español en esta parte de España.
Quiero ser español porque creo que todos los ciudadanos de este país debemos ser iguales en derechos y obligaciones, y que la sanidad, la educación, la justicia o las pensiones deben ser derechos garantizados para todos los españoles. No queremos vivir en un Estado, como desearían algunos de los oligarcas que gobiernan Cataluña, donde los grandes logros sociales y de igualdad de oportunidades que hemos conseguido entre todos no fueran garantizados por nuestra constitución.
Como ciudadano catalán quiero contribuir con mis impuestos a la solidaridad con todos los ciudadanos de mi país, no solo con los de una parte del territorio, como pretenden algunos de los que nos gobiernan en Cataluña. Cualquier sistema de financiación autonómica es mejorable, pero la discrepancia no justifica posiciones separatistas o xenófobas, como las que sostienen algunos líderes nacionalistas con soflamas inmorales y populistas, véase «España nos roba». Y mucho menos cuando los que nos roban, viendo los últimos sumarios y juicios de dirigentes nacionalistas, viven muy cerca.
Y finalmente, quiero seguir siendo español porque creo que la unión hace la fuerza, y no habrá salida a la crisis política, democrática y económica que sufrimos todos los españoles si lejos de separarnos no estamos más unidos, dentro de España y en la Unión Europea. Porque nuestro futuro político pasa por una España plural, moderna y cohesionada dentro de los futuros Estados Unidos de Europa, una federación democrática de estados europeos que piense más en los ciudadanos que en los burócratas, los lobbies y las identidades.
Y junto a todas estas razones para seguir siendo español, también hay emociones. Quiero seguir siendo lo que soy, sin renegar de parte de mi familia, quiero seguir teniendo dos lenguas y que mis hijos se eduquen en el respeto, en hacer de la riqueza cultural e histórica de nuestro país una virtud y no un problema. No quiero ir a visitar a amigos y parientes con pasaporte ni ver más fronteras, porque reconozco que se me ponen los pelos de punta cada vez que escucho a políticos separatistas poner Kosovo y los Balcanes como ejemplo a seguir por Cataluña.
Las naciones identitarias y tribales no tienen futuro, ya que se construyen desde la diferencia, el odio y la exclusión. Nuestro futuro solo se puede construir desde los valores civiles, desde un patriotismo respetuoso que no imponga sentimientos a nadie, si no que nos une a través de lo que queremos compartir, la libertad, la igualdad y la solidaridad.
España vive una crisis nacional que, a la vez, es una gran oportunidad. Es el momento de transformar nuestro país para acabar siendo de una vez por todas una nación de ciudadanos -no de territorios- libres e iguales. En este país hay demasiadas cosas que no funcionan, y hay días que da vergüenza leer los periódicos o escuchar las noticias. Pero merece la pena intentarlo: España hay que arreglarla, no romperla.