dissabte, 3 de maig del 2014

SÁHARA OCCIDENTAL. Una deuda (ya inaplazable)

Si algú se sent espanyol i alhora té preocupacions ètiques, i a més està preocupat per la imatge d'Espanya i la seva identitat responsable en el món, el primer que hauria de fer és preocupar-se per ajudar a resoldre el problema que van crear al Nord d'Àfrica, en una de les poques conquestes que es poden atribuir a Espanya (i de fet, amb comandament i voluntaris catalans).

Escrito por 

mapa-sahara
D.A. / Opinión / Antonio Martínez Llamas. Escritor    
     Después de treinta y ocho años todo sigue igual. Lamentablemente así es, como si el tiempo se hubiera detenido en aquel febrero angustioso de 1976, cuando el éxodo saharaui se concretó en una huida denigrante hacia la hamada de Tinduf. Una fuga apresurada y llena de miedos: las bombas marroquíes matando a cuanto se movía entre las dunas; los niños sentándose a su desdichada suerte cuando la deshidratación los vencía; los viejos renegando por no haberse muerto antes de aquella falacia; las mujeres embarazadas sabiendo que parirían hijos apátridas; y los más jóvenes enjugando su desesperación bajo el epígrafe militar del recién parido Frente Polisario.  España se había cagado en los pantalones, y permitió que la provincia 53 pasara así sin más, por medio de un juego macabro y deshonroso, a manos de la corona aluita. En bandeja de plata se lo pusieron a Hasán II. Y él sabía cómo aprovecharlo.
  El Gobierno presidido por Arias Navarro estaba confundido a causa de la muerte reciente de Francisco Franco el Generalísimo, y lo que menos convenía era que el Sáhara Occidental fuera otro quebradero de cabeza. El "asunto de la provincia 53" se concretó en un abrir y cerrar de ojos. Se firmaron  el 14 de octubre de 1975 los Acuerdos de Madrid, y España cedía "lo suyo en África" a la voracidad de Marruecos y Mauritania.  Ni un solo disparo, ni una sola intentona de artificio militar, no fuera que se asustaran las gaviotas.  Ni siquiera fue preciso disimular ante el mundo. La Operación Golondrina sancionada desde Madrid vació de civiles y militares, en poco más de sesenta días, el Sáhara Occidental. El Gobierno de España había sido claro y urgente, sin eufemismos que confundieran los términos: "Que solo queden ahí los saharauis y que se coman con dátiles  y leche de cabra esa mierda de desierto". 

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