[...]
Otro de los temas que le apasionan es el cosmopolitismo.
Parece que ahora resurgen formas de identidad más ligadas a la
pertenencia a un pueblo, a una tradición concreta, o a un territorio.
El
cosmopolita es aquel que tiene que afrontar en alguna ocasión el
dilema: o patria o mundo. Es lo que pasa hoy con los refugiados en
Europa: o nos decantamos por los intereses conquistados o por los
derechos humanos. Tendremos que decidir a qué damos prioridad. Pero eso
no quiere decir que no sea posible defender el propio país y el resto de
países, todo a la vez. Entre los derechos individuales está el de
pertenecer a la propia comunidad política.
Para comprender lo universal hay que preguntarse por lo local.La
autodeterminación es un derecho cosmopolita. No veo la contradicción
entre defender un patriotismo democrático con la posición cosmopolita.
Se trata de ideas antagónicas cuando el patriotismo es excluyente y
quiere poner fronteras, cuando no se quiere cooperar con el otro.
Lo
de “ciudadanos del mundo” suena muy abstracto. Pero vivimos en un mundo
globalizado en el que parece imposible hablar de independencia sin
tener en cuenta la interdependencia.
Los que dicen ser, sin
más, “ciudadanos del mundo”, no comprenden el derecho que tiene todo
individuo a pertenecer a una determinada cultura, a una nación, a un
grupo racial, o a una comunidad política. Pero, por otro lado, aquellos
que quieren estar solos, sin asociarse o confederarse, son contrarios a
una actitud cosmopolita.
Vayamos a lo concreto. La cosa está animada en Catalunya. ¿No hemos utilizado demasiadas veces la ley como amenaza?No
todo lo legal es justo, ni mucho menos. Pero esperamos que lo justo se
convierta siempre en legal. Es un antiguo debate de la vieja Grecia. La
justicia es una virtud, pero también un principio.
La legalidad, sin embargo, no es una virtud en sí misma.
Los
jueces no sólo han de ser prudentes y equitativos. Si existe el
derecho, las normas para el orden básico de la sociedad, es porque antes
se ha expresado la inquietud por la justicia, la denuncia de lo
injusto.
En su último libro defiende que la justicia va mucho más allá de los tribunales: es una idea, un valor y un deseo.
La
norma ha de responder al deseo de justicia que, a mi entender, es el
deseo de felicidad, o sea, el deseo de no crueldad. Es el deseo de
desarrollar una vida del modo más seguro y libre posible. Se trata de
evitar al máximo la falta de dignidad.
Y, pese a que es algo que se “aprende”, es una noción que detectamos en todas las culturas.
Aprendemos
antes lo que es injusto que lo que es justo. ¿Pero cómo se puede saber
lo que es injusto sin tener una referencia, aunque sea intuitiva, de lo
que es justo? Fíjate en los niños. Con cuatro o cinco años ya tienen
alguna idea de lo que es justo. Se aprende en la clase, en el barrio,
jugando…
Stuart Mill establecía tres clases de
injusticia: “la agresión indebida, el abuso de poder y la privación de
bienes y derechos”. ¿Qué tipo de injusticia hemos sufrido más durante
los últimos años en España?Creo que el abuso. El
sentimiento y el conocimiento de que estamos padeciendo un abuso. Hay
algo, alguien, algunos que nos manipulan. Estamos sometidos a propaganda
diaria, política y comercial, pero también a una persuasión que no
hemos buscado. Tenemos un umbral de resistencia, sí, pero la ciudadanía
en España se ha sentido, en su mayor parte, abusada en sus vidas, en sus
expectativas, en sus derechos.
Pero experimentamos una
paradoja. Cuando conocemos los detalles de la corrupción es cuando más
nos indignamos pero, de alguna forma, la información acaba con la
impunidad del corrupto.
Cuando sale a la luz la impunidad de
los hechos sentimos que nos afecta más. Es más lacerante. La impunidad
de la que ha disfrutado el delincuente subraya lo ilícito de las causas.
Vuelve
a hablarse de la desobediencia civil como estrategia política. Sin
embargo, muchas veces no se explica que, para que sea una actitud
verdaderamente ética, el desobediente ha de estar dispuesto a aceptar
las consecuencias. Sócrates es el mejor ejemplo.
Efectivamente,
la mayor licitud de la desobediencia reside en que quien la practique
asuma las consecuencias legales y sociales sobre su propia persona por
desobedecer. Pero no es lo mismo la desobediencia civil en una sociedad
democrática que en una sociedad autocrática. En una democracia, si las
instituciones han faltado a los principios que rigen sus normas, las
razones para la desobediencia han ser de ser cualitativamente más
democráticas que las leyes que se quieren desobedecer. Para tener
credibilidad, no se pueden aducir argumentos personalistas, de
oportunidad, ni de preferencia de grupo. Hay que hacerlo respetando la
opinión del otro, pacíficamente, y agotando, primero, todos los medios
que las leyes vigentes permitan. Además hay que desobedecer aspectos
concretos de la legalidad. No vale en democracia negar todo el
ordenamiento jurídico y político, sino aquellos aspectos que juzgamos
impropios. El contenido, la forma y el alcance son importantes para la
credibilidad. Desobedecer, entonces sí, se convierte en un valor cívico.
La
legalidad siempre irá por detrás de la idea de justicia; existe un
desplazamiento persistente. Pongamos que hablamos de la Constitución, a
quien muchos ven como intocable…
La norma es convencional,
no natural. El acuerdo social pide estabilidad y seguridad. Y es más
eficaz que sea así que no que cada semana cambiemos la norma. Pero ha de
estar abierta a la renovación en los aspectos que la sociedad crea que
hay que cambiar. Por eso, determinadas constituciones prevén esos
cambios con enmiendas. La propia Constitución española prevé que pueda
ser reformada. La ciudadanía puede y deber exigir a la Constitución que
cambie en aspectos que evolucionan como la territorialidad, el tipo de
participación, las formas de subsistencia material, la seguridad, las
relaciones internacionales…
¿Se trata, entonces, de crear nuevas estabilidades?
Es
que la seguridad jurídica, si nos la tomamos en serio, pide una
constante y ponderada revisión de la norma legal. Y la reclama para no
crear vacíos entre la norma y su receptor, que es el ciudadano.
[...]
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada