diumenge, 11 d’octubre del 2009

Barretinas en el Titicaca

Enric Juliana | 11/10/2009 |


En la isla de Taquile los incas llevan barretina. Y visten chaleco corto sobre camisa blanca, faja bordada y unos pantalones de pescador que parecen recién comprados en Cadaqués o l'Escala. Los varones que habitan la mayor isla peruana del lago Titicaca visten a la catalana.

Tiene su historia la isla. A 3.950 metros de altura y algo alejada de la costa, fue uno de los últimos reductos incas en caer en manos de los conquistadores españoles. Quinientos años después, bajo el azul más azul del cielo, Intika (su nombre en quechua) parece Castellterçol un domingo de aplec. Aun siendo evidente, es un rastro poco documentado. Algunas guías turísticas lo atribuyen al noble Pedro González de Taquila –¿de origen catalán?– que habría impuesto esa forma de vestir a los indígenas, tras convertirse en señor de la isla en el siglo XV. Otras fuentes señalan que Carlos III, tiempo después, concedió Taquile a un inquieto industrial de Figueres que implantó allí, en el lago más alto del mundo, un taller de fajas y barretinas con la excelente lana de los rumiantes andinos.

Taquile (o Intika) ofrece buen material a las diferentes tendencias catalanas. A los nacionalistas clásicos, fieles al pujoliano volksgeist (el espíritu del pueblo del romanticismo alemán), les habla de la tenacidad de la tradición en las más difíciles circunstancias y en los lugares más remotos. A los soberanistas de nuevo cuño sin duda les resultará sugerente la imagen del último reducto inca ante las furias del conquistador Pizarro. A los socialistas les gustará saber que los 1.700 habitantes de la isla se rigen por la propiedad comunal. Y a la religión sostenible le conmocionará este dato: en Taquile apenas se registran emisiones de CO2 de origen animal, puesto que no hay caballos, ni mulas, ni bueyes. Ni perros. Todo lo que se mueve lo traslada el hombre, despacio, despacio, muy despacio, porque a cuatro mil metros la baja presión del oxígeno no está para bromas. También hay una nota de interés para el profesor Francesc de Carreras en aras a su combate contra el victimismo: si fuese cierta la presencia de barretinas en los Andes desde el siglo XV, podría corregirse –o al menos matizarse–, la controvertida idea de que la Corona de Aragón fue radicalmente excluida del comercio con América hasta bien entrado el XVII.

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