dimecres, 6 d’octubre del 2010

'Zapateros' por el mundo: la mala imagen internacional de los políticos españoles

SIN INGLÉS Y AFECTADOS POR EL PESO GLOBAL DEL PAÍS



@María López.- 03/10/2010 (06:00h)

¿Qué es lo que sucede a los presidentes españoles cada vez que participan en una cumbre o evento internacional? Sus frases, sus tonos y hasta sus gestos -comunicación no verbal- llegan a provocar situaciones que, en algunos casos, rozan el ridículo. ¿Qué les pasa?¿Qué les lleva a cambiar de registro?¿A qué se debe el diseño de discursos que jamás leerían en España? Las preguntas son tan interminables como los ejemplos que ilustran su peculiar transformación internacional, recuerden si no el acento tejano con el que José María Aznar sorprendió al mundo, su imagen con los pies sobre la mesa junto a Bush,  la estampa de José Luis Rodríguez Zapatero posando con sus hijas, su mujer y el matrimonio Obama o la ya célebre frase en Copenhague: “La tierra no pertenece a nadie, sólo al viento”.
           
Durante la última visita ha vuelto a suceder, Wall Street Journal tituló: “Who´s Zapatero?”. El sector financiero sigue “rezando” por España, mientras que la hemeroteca vuelve a registrar otra frase para la historia: “La foto es lo más importante”. Según los expertos consultados por El Confidencial, son tres los elementos que inciden en las visitas de nuestros presidentes al extranjero: su formación y carácter; el papel de España en el puzle internacional, y una estructura y un sistema de comunicación que se han quedado obsoletos.

Sólo uno de los cinco presidentes de la democracia, Leopoldo Calvo Sotelo, dominaba a la perfección el inglés. Para Miguel Ángel Benedicto, profesor de Comunicación Internacional en la Universidad Europea, “la falta de manejo del idioma les provoca un distanciamiento y un problema importante a la hora de comunicarse con los otros líderes mundiales. Muchas veces esto les ha hecho parecer aislados y, evidentemente es algo que provoca inseguridad en sus intervenciones porque dependen por completo del intérprete. José María Aznar ha sido el único que decidió romper el tabú y ponerse a estudiar inglés con más de 40 años. Él se dio cuenta de lo importante que era, dejó a un lado el sentido del ridículo y lo consiguió”.

Jordi Rodríguez Virgili, subdirector del máster en Comunicación Política y Corporativa de la Universidad de Navarra, cree que, de no ser por la falta del dominio del inglés no se habría producido “la tremenda fotografía en la que pudimos ver a Zapatero completamente solo. Era demoledora. Es una foto muy dura y evidencia que el desconocimiento de la lengua es más importante de lo que parece”.

Más allá de los idiomas y el inglés, Rafael Calduch, catedrático de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid, está convencido de que uno de los elementos claves es el de la formación personal: “No dominan el inglés, pero ése es un problema generacional que lo han tenido todos y es un handicap, pero que es resoluble. La prueba la tienen ustedes con Aznar, que sin saber hablar inglés se hizo la foto de las Azores. No dominar el idioma dificulta pero, en mi opinión, es la personalidad de cada presidente la que marca”.

Discursos vacíos de contenido

Cumbre de Copenhague, diciembre de 2009: Zapatero se mueve de un lado a otro -denota nerviosismo- y apoya sus dos manos sobre el atril mientras dice: “Seamos leales con nuestros pueblos, con nuestros compatriotas. Tenemos que lograr unir el mundo para salvar la Tierra, nuestra Tierra, en la que viven pobres, demasiados pobres, y ricos, demasiado ricos, pero la Tierra no pertenece a nadie, salvo al viento”.
           
“Muchos de los gestos exagerados y de la dicción de Zapatero a la hora de exponer sus discursos son indicios de nerviosismo”. Rodríguez Virgili, entiende que “Zapatero debería relajarse y comportarse fuera de España tal y como lo hace dentro. Se pronuncian grandilocuentes discursos que, a veces, se pasan de frenada. se peca de una excesiva generalización y gesticulación”.

Para Calduch, “Zapatero cree que puede manejar las percepciones de otros presidentes con discursos erróneos y equívocos. En la política doméstica le ha funcionado bien, pero eso no funciona con un Blair, un Sarkozy o una Merkel. Ellos son políticos con largas trayectorias que conocen muy bien la realidad internacional y a los que no se les puede vender falsas imágenes de lo que es España porque tienen sus servicios de inteligencia y sus informes personales. Zapatero no tenía, además, ninguna experiencia internacional con anterioridad y cuando se enfrenta a un foro internacional ellos quieren ver firmeza, convicción y cuenta de resultados políticos y económicos”.

Zapatero, solo durante una cumbre de la OTAN
Otra de las causas para que los discursos estén vacíos de contenido es, según Benedicto, el papel de España en los foros internacionales. “En realidad responde a una situación en la que no tenemos mucho que aportar y sí quedar bien con todos. Al fin y al cabo no tomamos decisiones, es un poco el aquí estoy, pero no soy el que parte el bacalao”.

La foto es lo más importante

Si nos comparamos con países de vanguardia, en Estados Unidos, Reino Unido o Alemania se da muchísima importancia a la imagen, “en nuestro caso no sucede igual”. Para Rodríguez Virgili, la política española “no acaba de dar a la comunicación política el relieve en toda su dimensión. Debería buscar el espacio físico en contacto con los líderes y evitar deslices tremendos como el último de la foto es lo más importante. Y si, en realidad, fuese así y lo que importase fuese la foto, preparar mejor esa imagen, porque aunque se tratara de un desliz, tenemos un discurso que luego no practicamos. La escenificación es muy importante”.

En política internacional la imagen, el protocolo y el valor de los pequeños detalles pueden ser determinantes “cuando Zapatero no se levantó en su día al paso de la bandera de los Estados Unidos, no le estaba haciendo el feo sólo a Bush. Debe ser consciente de la importancia de los símbolos, porque no se levantó ante la bandera de todos los estadounidenses y eso, nadie puede evitar que tenga un coste y unas consecuencias”.

Detalles que pueden parecer nimios son capaces de quebrantar las relaciones internacionales de cualquier país: sentar en la misma mesa a gibraltareños con ingleses; plantear una política seguidista con Marruecos a costa de perjudicar al Sáhara; disminuir la presión en Cuba cuando la propia disidencia cubana pide lo contrario; tomar por el hombro a Hugo Chávez para más tarde ver cómo desautoriza públicamente a las más altas instituciones españolas; retirar por decisión unilateral y no de forma consensuada o paulatina las tropas en Iraq… Para Calduch, el problema es “estructural. Todos estos líderes pertenecen a generaciones de la etapa franquista en las que las relaciones internacionales eran muy limitadas. Falta, por tanto, una tradición y un marco de política exterior bien definido, pero tampoco lo resolverán quienes vengan detrás, porque habría que reformar en su conjunto el servicio exterior de este país, poco modernizado y muy anclado en patrones de conducta del siglo XX y no del siglo XXI. No hablamos la calidad personal y humana de los grandes diplomáticos, sino de un Ministerio y unas estructuras que ni si quiera tienen recursos”.

Además, hay un complejo de inferioridad añadido que para el propio Calduch “es clave. Hasta que no se nos reconocen nuestros méritos por los extranjeros no somos capaces de reconocer nuestros propios méritos, y eso condiciona mucho la relación de los dirigentes y del servicio exterior con otros países porque este país ha hecho grandes cosas en los últimos 30 años, pero no ha sabido venderlo en el exterior porque no nos lo creemos”. El catedrático pone el ejemplo de los científicos españoles: “Parece que tienen que triunfar en EEUU para que acabemos haciéndoles regresar a España”.

A todos los presidentes españoles, desde Suárez a Zapatero, les ha sucedido igual. Miguel Ángel Benedicto recuerda que durante las primeras legislaturas no potencian las relaciones internacionales y durante las segundas, todo lo contrario.

Al final, sea en primera o en la segunda legislatura, sus visitas no pasan desapercibidas. Y con el último de nuestros presidentes, las calificaciones hablan por sí mismas. Calduch, en una escala del 1 al 10, le da “un 4. Un suspenso en toda regla”. Por su parte, Virgili, algo más condescendiente, matiza: “Dependiendo de con quien se le compare, así es el resultado. Si es con Merkel, Sarkozy u Obama bajamos del 5 y si es con Chávez, Morales o Berlusconi, aprobado seguro. Y usted, ¿qué calificación tiene para nuestros presidentes?

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